En los últimos años, es cada vez más común escuchar en medios y noticieros que “los empresarios son el problema de México”. Se les acusa de abusar del sistema, de evadir la ley con astucia y de beneficiarse de vacíos legales. Pero ¿alguna vez nos hemos detenido a mirar el otro lado de la historia?
El poder público, en su búsqueda por simpatía social, ha encontrado en el empresario el villano perfecto. Convertirlos en el blanco de todos los males es una estrategia política y mediática tan vieja como efectiva. Sin embargo, hay una verdad que rara vez se cuenta: detrás de cada empresa, grande o pequeña, hay una historia de lucha, de resiliencia, de adaptación continua y de muchísimos obstáculos.
Porque ser empresario en México no es sencillo. Y no, no se trata solo de generar ganancias. También implica asumir riesgos, crear empleos, aportar al desarrollo local y, sobre todo, enfrentar un entorno regulatorio que no siempre juega a favor.